La espiritualidad en la materia
Hay en la pintura de María Cristina Críscola una constante, una centella que a veces anida en el magma matérico, a veces se libera en las láminas de luz del color, apuntan hacia lo alto, a sostener desde lo profundo la inspiración y la aspiración que caracteriza la experiencia humana de la mujer, aún antes quizá, que aquella de la artista.
Profesora de la Escuela de Bellas Artes, se perfeccionó en España, y se encuentra desde hace más o menos un año en Loppiano, en las afueras de Florencia, en esa ciudadela llamada Mariápolis, donde la Palabra es convertida en acción de vida, la Criscola parece haber llevado su búsqueda hasta las últimas consecuencias, evidenciando en el crisol de sus experimentos con la materia, el primen motivo inspirador, la luz del Espíritu que en Loppiano realmente se hace más vívida y sentida.
Si en la primera serie de pinturas inspiradas inconscientemente en Kandinsky y titulada "Vuelos", el conjunto de luz se libera del color para invadir el espacio y expandirse más allá de los límites de la tela misma, casa un pedido de ayuda, un grito en busca de Eco (y no hay Amor que no sea Eco): si en "Agonía" la pincelada se hace más oscura, condensándose en extensas zonas rojizas a la manera de Rothko, con "Armonía de ángeles", se anuncia otra fase en la cual la luz y materia se funden en una única armonía, en la cual la materia se ilumina y la luz se materializa, casi queriendo simbolizar la reencontrada paz en el equilibrio entre lo racional y lo emocional en perenne dialéctica.
Todo esto es la fatiga del crear que es también introspección continua, búsqueda, sufrimiento, en un constante alternarse de simbólicas muertes y renacimientos; porque, como dice la artista: "En la creación, cada vez, se muere y se renace;¿no es, en efecto, una manera de morir a sí mismo vaciarse a fin de que la inspiración venga a colmarnos de ella?". Este hacer vacio para significar "lo que dicta desde dentro", como escribía Dante, este "ir" ( también simbólicamente) más allá del significado humano, para expresar un Ideal que es Amor, es la esencia del arte para María Cristina Crisocola.
Kandinskif veía en el color lo Espiritual del arte, y es en el color, tanto de los azules perlados como en los verdes jade o los blancos lunares, que María Cristina Crisocola expresa su ansia de Luz, aún en el simple papel macerado de temple (como se macera el corazón con el sufrimiento) y transformado primero en grumo, convertido luego en fuente de luz, asumiendo sobre la tela la función de epicentro desde el cual se expanden las fases de energía.
Y en las últimas obras subyace una gran fuerza energética que llama la atención, como si una masa matérica hiciese de polo catalizador para todos los otros componentes; ¿quizá un símbolo de aquella fuerza que une tan estrechamente a todos aquellos que siguen el mensaje espiritual de Chiara Lubich?.
Un flujo parece recorrer la tela de este a oeste, de norte a sur, de arriba a abajo; la materia a veces se tiñe de rojo, rojo sangre en "Tierra Rumana" en memoria de los muertos en Timisoara; a veces se cubre de un azul que va depurándose, ascendiendo hacia el cielo, como en aquel "Hacia la Vida" y "Materia y Luz".
Paralelamente, "el espíritu de geometría" que guía las dos composiciones: "Recuerdo de Mondrian" y "Raíces en la Historia", se va atemperando en la flexible argamasa impregnada de luz de "Armonía de ángeles", punto de llegada de "Estudio para Angeles" y de la búsqueda de María Cristina Crisocola. Fautrier es pasado cercano sin presentarse, desde el momento en que nuestra artista declara referirse sobre todo a Tapies y Rothko, aunque lejana, a lo lúdico del español como a lo "trágico" del americano. Hay en ella algo que va más allá del "significante" para fijar el "significado", para afirmar la fe en una búsqueda que va más allá del yo para aproximarse a la experiencia de Dios.
Marilena Mosco
Directora de la Oficina de Documentación del Palacio Pitti. Ha organizado y curado muestras diversas de carácter temático, interdisciplinarias, en consonancia con sus intereses y sensibilidad; en el año 1986, Florencia, capital europea de la cultura. Presentó "La Magdalena, entre la Sagrado y lo Profano", centrada en el personaje de la Magdalena: amante, hermana, esposa, arquetipo de femineidad en la búsqueda de la verdad, en el camino de la tierra y el cielo, de la materia al Espíritu.
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"El arte existe y se afirma allí donde existe aquella eterna e insaciable nostalgia de la espiritualidad, de lo ideal. En la creación la personalidad no se afirma, sino que pone al servicio de otra idea general y de orden superior. El artista es siempre un servidor que se esfuerza, por así decirlo, para cancelar su deuda por el don que le ha sido concedido como una gracia".
Andrei TarKovsky
Aún cuando se encuentra más oculto que explícito, hay detrás de cada arista,¿sería mejor decir de cada obra?- una cierta teoría del arte. Una forma de tomar la realidad y transformarla. Una visión del hombre y del mundo, que se refleja después en la obra.¿Cuál es, entonces, la "filosofía" que anima y pinta María Cristina Críscola?, ¿Dónde está la fuente de aquella vibración vital que se advierte con particular fuerza y claridad en sus más recientes realizaciones?
Quizá la convicción, aún si es un hecho más intuitivo que racional- de que hay un espacio vacío en la historia. En nuestra historia contemporánea tan saturada de materia, de búsqueda subjetiva, de vanguardia intelectual y de elite, que solo puede ser colmado por la gracia. Un vacío que marca un momento de ruptura y de cambio en nuestra civilización agonizante. Un espacio que expresa la pérdida, en la Europa occidental, de aquella relación arte-pueblo, arte-vitalidad, como emerge en cambio en las más auténticas manifestaciones plásticas del áfrica negra, o en cierta corriente de la poesía latinoamericana.
Pareciera que todo aquel vacío, en que la materia acumulada durante siglos, ha perdido todo sentido, a la espera de un bautismo de luz: "Sufro y me angustia aquella materia tan variada que espera aquella luz que pueda transformarla", dice María Cristina Críscola.
Lo nuevo sin energía no la atrae; en cambio siente una instintiva negación frente a todo aquello que no sea vital, sincero, despersonalizado.
Y¿quizá sería demasiado arriesgado hablar, como hace ella de "co-crear con el Creador para dar a los hombres, no solo pinturas para colgar en una pared, sino mejor verdaderos testimonios de belleza, de verdad, de serena y compañera presencia"?
A menudo la Crísocola evoca los filmes de Tarkovskij, como quien se refiere a un querido amigo que puede ayudarnos a expresar, por ejemplo: "la perseverancia de quien riega una planta y sabe esperar (de "El Sacrificio") "En otras ocasiones, se identifica"con el silencio del filósofo, contemplando la realidad en su misterio y no explicándola con palabras".
Pero, paradojalmente, esta operación de "perder" la propia subjetividad, para crear en profunda comunión con los demás en la dimensión más espiritual, "lleva al artista hacia las tierras de la infancia, hacia la más escondida e inalienable identidad personal". Coincidencia de misterio y verdad, del momento de la búsqueda y del haber encontrado, del yo y la comunidad, del hombre y los ángeles.
Quizá por aquella constante tensión hacia la objetividad (expresada con los blancos) por aquella irrenunciable búsqueda de lo bello y lo verdadero (concebido casi como sinónimos), las obras de la Críscola gozan de una particularísima unidad entre forma y color, entre materia y luz, donde es imposible trazar los límites entre una y otra.
Ante el extravío epocal entiende que no hay más que una respuesta para ella (María Cristina): la fuerza de Dios, de su amor, de la misteriosa presencia de Jesús, prometida entre aquellos que estén reunidos en su nombre. No por casualidad es en su atelier del Centro Ave Arte, en la ciudadela de Loppiano, donde la Críscola ha pintado las obras de este último luminoso período.
José María Poirie
(Periodista y crítico de arte)
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TOSCANA OGGI
TOSCANA HOY - 15 abril de 1990
M UESTRA DE MARIA CRISTINA CRISOCOLA EN EL CLAUSTRO DE LA
BASILICA SANTA CRUZ EN FLORENCIA.
-Lo espiritual en la materia-
Por ELVIO NATALI
Que lo espiritual en el arte es una intuición especifica y de fines de nuestro novecientos, se ha dicho ya claramente desde la estética de Kandinski hasta los comienzos de los años diez, cuando el concepto de imitación de la naturaleza cedío ante la idea de superación del dato empírico por la afirmación de la "necesidad interior" de la realidad. Hasta el punto de llegar con Matisse y otros a la definición de la sacralidad como connotación del arte, prescindiendo del concepto estrecho del término, relacionado con la fe.
-El arte como descubrimiento-
Ahora bien, el arte no es solo espiritualización de la materia (palabra, madera, metal o lo que sea, al servicio del artista), sino descubrimiento de la espiritualización de la materia misma. Lo prueba la bella muestra personal de María Cristina Críscola, dispuesta en el Claustro de la Basílica de la Santa Cruz al cuidado de la revista "Ciudad de Vida". Le sirve de presentación una cita de Clara Lubich: "Si hay algo que sepa explicar lo inexpresable, ese algo es el arte, un arte al servicio del Eterno".
El epígrafe sintetiza la naturaleza y entendimiento de la autora.
M. C. Criscola, docente de la Academia de Buenos Aires, actualmente huésped del Centro Ave Arte de Loppiano, a través de su concepto estético, entiende exaltar la sustancia de la materia rescatándola de su tosca condición física, de su inercia inorgánica.
En la tesis de la artista no hay ningún conflicto entre espíritu y materia sino una suerte de encuentro por el cual la materia misma participa de lo espiritual. La "quintaescencia de ficiniana memoria" no es un simple instrumento para la forma de los cuerpos sino una energía vital ya que está investida y rescatada por lo divino.
Lo divino cala en la materia y la sublima llevándola a enrarecerse hasta los límites de la luz. Esto que hace pensar en una especie de neohumanismo cristiano por el cual la antinomia física-metafísica se anula en una armoniosa síntesis cósmica,, vuelve a plantear el tema con evidente "equilibrio entre lo racional y lo emocional en perenne dialéctica"(Mosco). Como lo atestiguan aquellos homenajes a Mondrian", en los cuales las estructuras primaria, de timbre mental, se animan (cobran alma) con la trepidación plástica de la materia, metáfora de la trepidación del sentimiento.
En verdad la materia se convierte en imagen de los afectos interiores, hasta desmentir la tesis que sostiene la necesidad del lenguaje abstracto inadecuado para la representación de lo divino ( ver "La visitación").
El fervor del ánimo, el espíritu comunitario, el arrojarse en la fe, encuentran forma plausible en el estilo de M. C. Crisocola, que es capaz de modular el medio que utiliza con flexible y singular soltura.
-Comunión con los demás-
Lo que al fin y con toda coherencia connota la obra de la artista es la disposición con la cual ella trabaja, en neta antítesis con la postura individualista, de tantos pintores de hoy.
A M. C. Crisocola le encanta "perder su propia subjetividad para crear en profunda comunión con los demás" (Poirier), para afirmar la idea, para hacerse portadora, en el signo del arte, del principio que vibra en su interior, Con un acto litúrgico a la manera de la iconografía cristina oriental.
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Collazo, Alberto, Mbro. de la Asociación Argentina de Críticos de Arte, presentación de catalogo, OEA 1988
"La obra de María Cristina Criscola nos llama la atención porque el tema religioso no aparece como el desarrollo de una serie en función de ilustrar aspectos que hacen al culto, sino que ella parte del problema plástico para abarcarlo. Quizá lo novedoso sea la utilización de un lenguaje contemporáneo, con su consiguiente libertad en la realización".
Encontramos una constante en sus cuestiones plásticas, por un lado, un racionalismo que se manifiesta en el rigor de los tabicamientos, zonas de delimitaciones rigurosas, que se contraponen-por otro lado-a sectores en donde el color juega un rol protagónico y su aplicación es agil y fresca. Todo ello genera un juego dialectico no exento de dramaticidad
Susana Negri, presentación catalogo OEA, 1088.
"Al encontrarnos con la obra de M. C. Criscola, vemos precisamente ese afán de "representar "la parte inmaterial, a través de materia, de formas, de colores. Claro, esto parece imposible.¿Cómo lograr la inmaterialidad por la materia misma? Parece un acertijo, pero no es así, porque lo logra.
M. C. Criscola está totalmente inmersa en esa problemática de ser, vehículo entre las cosas que pasan y el espectador, Quizá ella ha comprendido cual es la función del pintor: ese representar o mostrar el alma de las cosas, ese ser testigo mudo y actuante a la vez, ese ser como dicen los maestros Zen, "Uno con el infinito"
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José María Poirier, periodista y crítico de arte
Entrevista para la revista Ciudad Nueva. Bs. As. 1988
"¿No es acaso imposible describir con palabras una pintura, las "infinitas resonancias que despierta en el alma"?¿Y cómo narrar con palabras un proceso espiritual? Sin embargo, no puedo obviarlo, porque en seguida de advierte que la obra de Cristina Criscola se asienta en una profunda experiencia del alma. Intentemos referirlo con sus propios términos:
"Yo creo que desde muy pequeña el ansia de infinito me llevo a recorrer muchos caminos. Pintar para mi es mi vida. Y al pintar me reconozco igual a todo hombre y mujer de este mundo que ama, que se encuentra con su familia, que va creciendo en humanidad, que atraviesa procesos de identidad, de firmeza, de búsqueda.
A veces, cuando pinto, repito una palabra: Te amo. Ese Alguien ahora tiene nombre. En algunos momentos parece que el mundo cantara la pincelada lograda. Yo creo que debe haber un punto inexplicable donde uno se pierde y se encuentra en la obra, en ese contacto con el cosmos quizás
Hace muchos años sucedió algo en mi vida, un encuentro con Dios personal y profundo, yo sentí que todas mis categorías se destruían y todas mis cosas se cuestionaban. Desde la lejanía de mi interior reconocí en la espiritualidad de Chiara Lubich, Movimiento de los Focolares, casi un ideal plástico, la ascética del arte: ser como un niño, el despojamiento total, la unidad interior y la unidad del cosmos, el desgarrador grito de Cristo en la Cruz".
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